Vestir de poesía nuestra suerte.

Tengo miedo a muchas cosas pero más miedo tengo a vivir sin poesía.

Porque poesía es todo lo particular que nos vuelve universales, por que poesía es todo lo universal que nos vuelve particulares

Porque era una niña cuando leí que Adolfo Bécquer dijo que «poesía eres tú» y yo creí que me hablaba a mí. Por que cuando creces entre fabricas y enormes chimeneas pero en el horizonte miras las prístinas montañas no te queda mas remedio que creer que existen tierras fantásticas y en el delirio de la imaginación que no descansa, alabarlas y adornarlas con palabras ridículas y rimbombantes mientras caminas en grises parques moribundos y oxidados.

Por que crecí entre viejos y eso es lo mismo que crecer entre fantasmas… gente a la que los brazos del olvido los comienza a arrullar, abuelos con historias de mundos más sencillos donde todo se hacia diferente y mejor, y así, meciéndose en las ruinas del pasado que los trajo hasta aquí, vi el desenlace de su destino y pude calcular cuanto pesaron sus días de gloria y hasta me atrevo a decir que guarde registro del valor que le dio su prole al final de la existencia de aquellos seres mitológicos para mi memoria.

No puedo vivir sin poesía porque el ejercicio de convertir las palabras en cursis oraciones se vuelve una adicción, la salvación terrenal para quien descubre los secretos de la alquimia en la prosa y transforma con simples palabras los rayos del sol que atraviesan las ramas de los arboles en balsamo para su alma, elixir que cura cualquier mal.